Iurgi de excursion

11 mayo 2014

Birmania 3: Bagan y Yangon

Viene de Inle Lake.

Llegar a Bagan, donde teníamos reservada actividad que marcó todo el itinerario: Vuelo en globo. Nos lo habían recomendado mucho. Así que aún siendo caro y sólo habiendo un día disponible (hay que reservar con muchos meses de antelación), decidimos organizar todo el resto del viaje para estar allí para ver amanecer en globo el día 28.

Bagan fue entre los siglos 9 y 13 la capital del reino de Pagan (nombre antiguo), el primero que unificó las regiones que acabarían constituyendo Birmania. En su esplendor en los siglos 11 a 13 la construcción de edificaciones religiosas se disparó, con templos, monasterios, estupas... Si Siem Reap en Camboya es conocido por unos pocos esplendidos templos, Bagan lo es por el increíble número de ellos. Ya lo iríamos descubriendo.

Madrugón de nuevo (una constante en las vacaciones) y a las cinco y media ser recogidos por el pintoresco autobús de la compañía. Un café/té con pastas (empresa de raíces muy inglesas, aunque recientemente comprada por capital de Singapur) mientras la luz se hacía poco a poco.

Unas instrucciones de seguridad básicas (como ponerse para aterrizar y la obvia de no asomarse por encima de la cesta) y ver como inflaban los globos. Primero con aire frío a base de ventiladores, y luego caliente con quemadores para levantarlos.

Poco a poco se enderezan.

Y toca montarse. Los globos, diez en total, poco a poco despegaban, hasta que nos tocó el turno. Darle caña al quemador.

Y dejar tierra. Cero impresión. Super suave. Poco a poco tomando altura y siguiendo a los anteriores.

Delante nuestro dos globos chocan suavemente y viajan pegados. Nuestro piloto nos dice que no hay ningún problema mientras se mantenga una buena coordinación entre los pilotos, que mantienen con walkie talkies, con los que están en conversación continua.

Lo ideal es aguantar lo más cerca del suelo posible. Con las corrientes de aire empujándonos hacia el sur. Empezamos a ver templos debajo junto a un amanecer poco lustroso.

Docenas, o cientos de templos que se atisban debajo. Desde pequeñas estupas a grandes complejos con murallas que los rodean.

Estamos en un globo. Foto que lo muestra. Aunque de la sensación completamente que estemos puestos con Photoshop.

Igualmente el vuelo es mucho menos "excitante" de lo esperado. Súper tranquilo. Poco a poco cada globo va tomando distintas alturas.

Con templos y más templos y más templos debajo. Poco a poco se acaba la zona principal donde verlos y la formación empieza a bajar de nuevo.

Buscando zona para aterrizar.

Ponernos en posición: sentados con la espalda contra la cesta agarrando unas sujeciones. El piloto "tocamos suelo en tres, dos, uno... Ya... Ahora va a hacer un pequeño rebote..." y ya está. Aterrizados. Si por casualidad esto pasa en alguna zona un poco más apartada, la recogida se hace a la vieja usanza con carros (a algún globo le tocó).

Pero lo normal, y que nos tocó a nosotros, es en una zona sencilla, con lo que esperar unos pocos minutos aprovechando para sacarnos fotos mientras se acercaba una camioneta.

Ver como el equipo venía a recogerlo todo mientras nos daban un desayuno con fruta, croissants, champán... Y el piloto nos explicaba cómo controlar el globo, historias varias etc. De allí furgoneta de vuelta al hotel, donde volver a desayunar y siesta.

La idea era coger bici a la tarde y explorar esos mismos templos. Hay opciones diversas, incluidos los carros de caballos.

Que todos los que lo han probado me dijeron que evitáramos, por poco cómodos cuando se pasa mucho tiempo en ellos, caros y lentos.

Pinchazo de rueda incluido, pero finalmente conseguimos llegar a una de los templo-pirámides (Shwesandaw) desde donde ver el horizonte lleno de más templos.

Buses, coches, carros y de todo llegando posteriormente.

Todos apelotonados y preparados

para ver el anochecher.

Exceso de expectación, para poquita cosa. Con estas cosas hay que tener suerte: un día claro, unas nubes que se iluminen con el sol. Nada de eso. Pero es parte del día a día en Bagan. Intentarlo. A este templo fuimos casi una hora antes del anochecer y aún así los niveles superiores estaban ya llenos.

El día siguiente tocaba ir a ver el amanecer desde ese mismo templo. ¿Cómo? Corriendo.

Llegar, bastante menos gente, y ver el amanecer.

Con la bruma de la mañana fotos algo más interesantes. Y de repente llegan los globos por el horizonte.

Templos, globos

y el sol.

Un montón de gente sacando fotos.

Y es que realmente me pareció mejor la foto, como tal, desde abajo que desde el globo.

Los globos se van.

Y nosotros nos vamos a seguir correteando y visitando templos, esta vez por dentro, con grandes budas.

Nos encontramos con una procesión. Niños engalanados para la ocasión.

Mujeres que también desfilan.

El heladero aprovechando para echar un cigarro antes de seguir con el negocio. Su carrito la bici.

Hasta los bueyes "maqueados".

Tras la integración cultural no planificada (pasaron muchas cosas que no entendimos mucho, y luego iríamos viendo en otros lugares), ups, casi se nos pasa la hora del desayuno en el hotel.

Así que correr más rápido de vuelta para el estupendo bufé. Hasta arriba nos pusimos después del ejercicio matutino. Descansar un rato e irnos a seguir visitando templos. En total se estima que había unos 13.000 templos y estupas allí en el siglo XIII, ¡sobreviven unas 2.200! Así que templos para dar y tomar. Algunos, los principales, muy concurridos. Otros con su buena capa de polvo y telarañas.

Los colores y formas varían. Este sería lo más similar a una catedral occidental. Con mucha imaginación.

Aquí Miao posando con nuestra primera bici eléctrica.

Prácticamente por el precio de alquilar las dos bicis se podía coger el juguetito recargable. Con dos encima iba a sus buenos 20kmh. Perfecto para las cortas distancias entre templos. Más pasillos y monjes de paseo.

Recreando una foto que hice hace mucho tiempo en Camboya.

Y de nuevo esperando a otro anochecer desde un nuevo templo (ShweLeikToo creo que se llama).

Me gustó un poco más este sitio.

También con bastante gente, pero menos que en el templo principal.

Otra bola al estilo Arthur Andersen. Viejos tiempos cuando trabajaba en esa empresa...

Y de vuelta al hotel a cenar y pronto a dormir.

El último día quería entrenar ya un poco más en serio y a Miao no le apetecía correr. Así que yo corriendo y ella en bici. En las cuesta arribas yo le sacaba algo de distancia que recuperaba en las cuesta abajo. Así hasta llegar al mismo templo del día anterior para ver... Sí. De nuevo amanecer y globos. ¿Repetitivo?

Parte de la rutina de visitar Bagan. Aparte de que la mejor luz para las fotos sea a primera o última hora del día.

Ver a los globos irse de nuevo.

Y seguir descubriendo nuevas zonas. Miao intentando controlar la bici en caminos de arena. Prueba conseguida.

Templo dorado que se salía de lo habitual (Shwezigon).

Y chavales locales por los alrededores.

La mayoría de templos son de arcilla roja.

Con bajo relieves que han sobrevivido mejor o peor el paso de los años.

Volver al hotel, ducha, bufé de nuevo. Teníamos gran parte de la tarde todavía libre. Así que volvimos a coger bici eléctrica y fuimos a la zona más lejana.

Que casualidad fue la que más nos gustó.

Últimas vistas de los cientos de templos en el horizonte.

Y vuelo a Yangon. La capital. Es fea, sin más. Punto de entrada y salida principal del país y con poco encanto. Aún así nos fuimos de paseo por sus calles.

"Farmacias". Puestos ambulantes por las calles, con un paraguas como mostrador.

Frutas, verduras, películas.

Hasta curry recién preparado, allí mismo sobre la acera.

El poder de los militares se sigue viendo en sus calles.

Pasamos por un parque: People's Park si mal no recuerdo. Donde los extranjeros tienen que pagar entrada (que no merece la pena) y los locales utilizan para ir con la pareja. Con bancos que dan hacia dentro en lugar de a las vistas fueras. Para tener un poco de "intimidad".

Un par de lagos artificiales. Un gran arbol con escalera desde el que ver el paisaje. Que bonito es el amor.

Desde allí cruzar hasta la Pagoda de Shwedagon, principal atracción turística de la ciudad.

Lugar de oración para los creyentes.

Muchas familias de paseo.

Dorados y más dorados.

Bastantes monjes. Que me siguen llamando la atención, sobre todo cuando están manejando tecnología de última generación.

Un sitio para estar tranquilo, charla, mirando

a la gran cúpula delante, centro del complejo.

Algunos aprovechan para echarse una siesta por allí.

Poner varitas de incienso.

Lugar religioso.

Pero también un punto para juntarse con las amigas.

Definitivamente mucha mezcla. Hasta con comidas algunas, con las clásicas tarteras de la zona.

Extrañas figuras que son parte del folclore: vimos en la procesión como una persona representaba este papel, especie de loco con bigotillo.

No olvidarse las zapatillas. Hay que ir descalzo en todo momento. Así que lo más sencillo es llevarse el calzado en una bolsa de plástico.

De vuelta encontrarnos con un niño mono. Por cierto, no he hablado de ello, pero se ve mucha gente por todo Birmania pintada de amarillo, sobre todo chicas y niños (unas cuantas fotos arriba). Los pómulos o la cara entera. Es un producto natural que utilizan como protector solar. Aquí el niño casi se lo había quitado del todo.

Y encontrarnos con una boda.

Porque por allí también les gustan las cosas ñoñas ñoñas.

Autobús local que evitamos.

En su lugar volver andando, ir a un restaurante muy recomendado (Monsoon) a tener nuestra cena de Nochevieja y dar por acabado el viaje. Interesante, pero si alguien me pregunta, en la zona me quedo con Laos. Se mantiene más auténtico y hay más cosas que, al menos yo, he podido hacer.

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