Iurgi de excursion

09 mayo 2008

Vietnam Norte

Teresa NY, alguien que conocí de la época de becario en Miami y que ya había estado por estas tierras, me dijo que tenía que venirse para esta parte del globo a una boda (en Indonesia) y que aprovechando la paliza de viaje que quería visitar algo más de la zona. El 1 de mayo fiesta, hablarlo con la gente de la oficina y de la nada montado un viaje al Norte de Vietnam.

Hanoi. Capital del país. Claro resultado de su historia. China, Francia, Comunismo, cosas que se te vienen a la cabeza por sus calles. Pero si hay que elegir una palabra Hanoi son motos. Cientos, miles, por todas partes, pitando y pintando sin parar.

A cada paso que das alguien te ofrece a llevarte en una a donde necesites por un módico precio y el riesgo que conlleva. Son parte del decorado, parte de la vida de los locales, las aceras se llenan de ellas, incluso alguno las aprovecha para echarse una cabezada.

Cruzar la calle es al principio un poco aventura. Hasta que te acostumbras. Entonces te olvidas de todo lo aprendido. Los pasos de peatones no son lo que eran y cruzar la calle es solo esperar a que la marea de motos se reduzca, mirar, y echarse al asfalto, continuar caminando poco a poco y dejar que las motos te esquiven y fluyan alrededor. Funciona!

Las calles se entremezclan entre edificios antiguos destartalados, nuevas edificaciones, suciedad, tiendas cochambrosas y hoteles que se venden como de cinco estrellas. Una parte más colonial, de la época que Vietnam vivió bajo Francia. Algunas casas bien cuidadas, otras en mal estado.

Templos y pagodas que recuerdan leyendas antiguas, como en el lago Hoan Kiem. Donde la tortuga gigante devolvió la espada a los dioses que la habían cedido al monarca para vencer en su lucha con los chinos.

Con la llegada de jesuitas y otros misioneros Vietnam, junto a Filipinas, se convirtió en uno de los países asiáticos más católicos. Iglesias y catedrales, con feligreses en continuo canto, dan muestra de ello.

La ciudad mantiene restos de su ocupación china, con templos y edificaciones llenos de inscripciones en chino. Yo allí jugando a descubrir cuantos caracteres reconocía. Uno de los puntos más turísticos, la pagoda de un solo pilar.

La comida también es fusión. Pan de verdad recién horneado al más estilo francés. Comida asiática pura con sojas y otras especies de la zona. Rico, rico los rollitos de primavera frescos (no fritos) en una terraza sobre la ruidosa calle.

La suciedad de las calles y la higiene a veces dejan un poco que desear. Pensando que esa carne expuesta al aire a 20ymuchos 30 grados y una humedad considerable no son las que comeríamos más tarde.

El gorro tradicional una caña de bambú por la mitad y dos cestos donde llevar su mercancia. Una de esas imágenes clásicas, aunque a la vez extraña entre tanta moto, en una ciudad que está a medio camino entre lo antiguo y lo moderno.

Si bien el recuerdo de la guerra no es tan patente como en las zonas del sur del país, se pueden encontrar "recuerdos". Como muestra una exposición de tanques, aviones y demases utilizados por los dos bandos que encontramos de paseo tras el anochecer.

La figura de Ho Chi Minh, precursor del movimiento que llevó a la creación del estado comunista actual, está por todas partes.

Uno de los espectáculos locales son los títeres en el agua. Curioso.

Comer en Koto, un restaurante donde emplean a "niños de la calle" y les ayudan a salir de la pobreza. Nos ofrecieron hacer un curso de cocina vietnamita. Y allí que volvimos esa misma noche a pegarnos con los platos locales. Alguna cosa aprendida, a ver si consigo prepararlo en casa.

Madrugar como todos los días, no quedaba mucha opción con el ruido a todo volumen desde las 7 y media de la mañana, tres horas de autobus y embarcarnos hacia Halong Bay.

Islitas e islitas que van apareciendo entre la niebla. Un poco recordando Yangshuo, aunque la versión china me parece más espectacular.

Tal vez, porque Halong Bay está algo saturado. Uno de los atractivos turísticos número uno de la zona, con lo que a veces se tiene la sensación de haber llegado tarde, que hacía unos pocos años aquello tenía que ser incluso más bonito. Sin tanto barco, sin tanta suciedad en el agua ni las tiendas con remos que nos seguían al grito de "Mr, Mr, buy me something!"

Pero es lo que hay. Es una sensación que ya he sentido antes en Asia. De todas formas el recorrido en kayak entre las islas, incluso entrando en una bajo tunel que la perfora, fue de los mejores momentos del viaje. También entre cuevas.

Ver anochecer, baño, cenar y a dormir mientras en otros barcos se dejaban la voz en karaokes.

Amanecer entre la lluvia y volver hacia Hanoi entre nuevas islas.

Y acabar con momentos graciosos. Última noche salir de fiesta, ver una chica que se me pasó por la cabeza que podía ser una "borroka de Santutxu", comentado a Teresa. Y no, en su lugar era de Deusto! De enfrente del polideportivo! Risas con ella. Y luego irnos a otro bar y ¿qué nos ponen nada más entrar? "La bomba" y con futbolín... Risas con la fiesta de Hanoi.

Acabar la noche. Ir a dormir al hotel y despedirnos de Vietnam camino al aeropuerto de nuevo entre arrozales y gorros tradicionales.